Mientras en las legaciones diplomáticas de los países aliados se refunden en una sola, en la Embajada de Gran Bretaña en Madrid, que es justo donde empieza nuestra historia: Eduardo Martínez Alonso, oriundo de Vigo (1903) y cirujano torácico, es el médico titular de la Embajada y el ángel protector de miles de refugiados europeos –en su mayoría judíos polacos y checos– que cruzan los Pirineos, encuentran cobijo en conventos de capuchinos, salones de te, pisos francos y fincas de verano. La ruta que le toca en suerte al doctor Martínez Alonso empieza en los Pirineos, sigue por Jaca, Miranda de Ebro, Madrid, Vigo, Redondela, Guillarei y Tui y termina en Portugal.
Eduardo Martínez Alonso reside desde los ocho años en Glasgow y Liverpool, donde su padre ejerce como cónsul de Uruguay y él arranca con los estudios de Medicina; se casa con Ramona de Vicente Núñez, también de Vigo e hija de médico. Pueden pasar por una pareja prudente y reservada. Jamás dirán "esta boca es mía".
Se casan y, en plena luna de miel, huyen a Lisboa. La Gestapo fuerza la puerta del piso de soltero del doctor. El tomate se descubre muchos años después en el piso de la calle Guturbay de Madrid, donde se especializa en cirugía torácica y opera el primer cáncer de pulmón de los años 40. Será en el Hospital Carlos III.
En el curso de la mudanza de 1984, Patricia (antropóloga e hija del doctor) encuentra una agenda de su padre escrita integramente en inglés. Su traducción, investigación de años y la desclasificación(2005) de documentos oficiales británicos confirmará las sospechas de la escritora anglo-gallega. "Mi padre fue un héroe. Se educó para salvar vidas y se comprometió con una causa humanitaria no ideológica, no religiosa, no política".
Para liberar a los prisioneros, certificaba una enfermedad grave: tifus, tuberculosis... y recomendaba su evacuación por razones humanitarias. "Incluso certificó sus falsas muertes, por lo que continuaban su periplo con una nueva identidad", añade Patricia de Vicente.
Los servicios británicos eran los encargados de elaborar las listas de quienes tenían que ser liberados por el operativo de evacuación. "Entre sus prioridades estaban los judíos que, con una "J" en un pasaporte, serían sin ninguna duda repatriados a sus países de origen, ocupados por el ejército nazi", relata la antropóloga.
Una vez fuera de los muros de la prisión, los liberados emprendían el viaje en un coche de la embajada británica, con salvoconductos falsos, dirección a Galicia y en numerosas ocasiones pernoctaban en la casa de verano que la familia Martínez Alonso tenía en Redondela.
El Gobierno británico concedió al doctor Eduardo Martínez Alonso la Medalla al Valor en 1945, poco antes de regresar a España, y hace tan sólo unos meses, en abril, fue distinguido con el título de Justo entre las Naciones por ayudar a escapar del Holocausto a miles de judíos, un galardón que tan sólo tienen siete españoles, según la antropóloga.
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